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Ser y querer ser.

por Fran Laviada

1-Ser un perfecto imperfecto.

 

Me he quedado sin saliva.

Tengo la boca completamente seca.

Mi arsenal de palabras se ha agotado.

Mi cerebro es incapaz de hilvanar una sola frase.

Lo he dicho por activa.

Lo he repetido por pasiva.

Pero no me escuchan.

Quizás es que no comprenden.

A pesar de mis claras intenciones.

De mis considerables esfuerzos por hacerme entender.

He repetido hasta la saciedad que no me interesa lo que me ofrecen.

No quiero, lo que con insistencia un día sí y otro también tratan de venderme.

Machaconamente, MUY MACHACONAMENTE.

Aunque sea muy bueno para mí.

Eso es, lo que quieren hacerme creer.

Pero no me lo trago.

A pesar de los supuestos beneficios que puedo obtener.

¡No quiero más ofertas!

¡No me interesan más gangas!

¡No me gusta la perfección!

Ni la busco.

Me quedo con mis defectos, sin dudarlo.

Ni los vendo, ni los cambio.

Los quiero todos y cada uno de ellos.

Son míos solamente.

Viven a mi lado desde hace mucho tiempo.

Creo que les he cogido cariño.

Y se irán cuando tengan que hacerlo, no antes.

Y mucho menos por Decreto-Ley, de otros.

El camino de la perfección no está señalado en mi recorrido.

La carretera de la santidad no aparece en mi hoja de ruta.

La autopista hacia el cielo, al menos la que yo conozco, todavía la están asfaltando.

Prefiero mi bendita imperfección, aunque me lleve por caleyas llenas de baches, piedras y charcos.

Quizás me moje los pies de vez en cuando.

Puede que en otras ocasiones tropiece y me caiga al suelo.

Incluso que con una mala pisada, me retuerza dolorosamente el tobillo.

Pero al final, cuando estamos atentos a los continuos giros del camino, se aprende de los propios errores.

Es la mejor enseñanza que la ruta diaria nos puede ofrecer para saber aplicarla nosotros mismos.

 

2-¿Soy raro?

 

Me gusta llorar, pero de risa.

No me gusta dar pena

Tampoco la gente que la da.

Y mucho menos ir de plañidero victimista.

Me encanta la lluvia.

Y ver las gotas aterrizar contra el cristal de la ventana.

En una sinfonía de pequeñas explosiones acuáticas.

Me gusta escuchar con mucha atención al que sabe.

Y no pierdo ni un segundo con el que cree que sabe.

En especial los que llegaron los últimos,

y a golpe de codazos quieren quitarle el sitio a los primeros.

Desprecio a los cobardes.

Ralentizan el mundo y frenan las ideas.

No me fío de los que siempre quieren quedar bien.

Por que no tienen, como dice el refrán:

Ni una mala palabra, ni una buena acción.

No puedo con los incongruentes.

Esos que tanto predican pero que luego nunca dan ejemplo.

Esos que se pasan el tiempo poniendo velas y rezando a mil santos.

Pero miran con desprecio al que les pide limosna a la salida de la iglesia.

¡Haz lo que yo te digo, pero no hagas lo que yo hago!

Valoro la lealtad.

Me gustan los valientes.

Los que siempre dan la cara.

Los que se atreven a tomar decisiones.

Los que no se acojonan con facilidad.

Siempre están de pie, nunca andan de rodillas.

Me gustan los bocadillos de Nocilla.

Debe de ser un anclaje que me devuelve a la niñez.

Me gustan los animales.

Y me asquea que los maltraten.

Y los que le regalan al nene un caniche en Navidad.

Futuro huésped de la perrera municipal.

No me gustan los que se hacen fuertes ante el débil.

Ni los chantajistas disfrazados con piel de cordero solidario.

Me gusta pasar desapercibido.

Pero prefiero hablar y equivocarme, cuando tengo algo que decir.

Siempre es mejor que quedar callado y no expresar lo que uno piensa.

Me gustan las mujeres.

Pero las frías no me convienen,

Y sin son superficiales menos todavía.

Tampoco las que no saben nunca lo que quieren.

Y necesitan manual de instrucciones.

Dicen SI cuando es NO y viceversa.

Soy complicado y complejo.

A veces ni yo me entiendo y me cuesta bastante esfuerzo cuando lo consigo.

No me gustan para nada las jerarquías.

Ya decía Groucho Marx, que son como las estanterías, cuanto más altas, más inútiles.

No me gusta la miseria en la que vive mucha gente.

Pero menos me gustan los miserables de corazón.

Ni los explotadores.

Ni que los niños trabajen.

Ni las Compañías de Seguros.

Ni la mayoría de los políticos.

Y lo mismo puedo decir de muchos periodistas.

Para los que la verdad solamente es un disfraz de carnaval.

Pero con los que no puedo es con los banqueros.

Y en su gordo y bien cebado trasero, con un fuerte puntapié de (a) Botín,

los mandaría a todos a Siberia.

No me gustan los entierros.

Como decía mi abuelo:

¡Al fin y al cabo, no pasa nada si no vas, el muerto tampoco va a ir al tuyo!

No voy de listo por la vida.

Pero que nadie se piense que soy tonto, y mucho menos mártir.

Vivo deportivamente.

Hacer ejercicio es mi religión de cada día.

Alguien dijo algo parecido a que quería morir joven teniendo la mayor cantidad posible de años.

Y yo, lo suscribo.

¿Soy raro? ¿Y qué?

 

3-Lo que eres.

 

Hoy en día, es muy habitual encontrase con esa clase de personas, que de forma constante y cansina a veces, te dicen como tienes que ser, sin respetar para nada, como eres en realidad.

Existen individuos, por desgracia para aquellos que tengan que sufrirlos, que siempre tienen el deberías en sus labios, para a continuación añadirle, ir, volver, hacer, pensar, etc.

Resulta curioso comprobar los comportamientos de determinados individuos, con los que habitualmente hemos de convivir en esta moderna sociedad del sigo XXI, que siempre están más pendientes de los fallos de los demás, y sin embargo permanecen completamente ajenos a los suyos propios. Digamos, para definirlos de alguna manera, que son los sordos en el concierto de los errores, pues son incapaces de oír su propia melodía, en lo que a equivocaciones se refiere.

Si alguien tiene la mala suerte de tropezarse con ellos, el mejor consejo, que desde aquí podemos ofrecer, es utilizar al igual que ellos, el deberías, para añadir después ir a hacer puñetas, si bien ésta, es la versión más educada, también las hay mucho más rotundas según las necesidades de cada caso, aunque las obviaremos en este escrito para no romper la armonía del mismo con expresiones malsonantes, que sin duda alguna, ciertas personas se merecen escuchar, y de la forma más contundente posible.

Lo que uno es, depende de uno mismo, y si debe o no de cambiar, es también uno mismo el que toma la decisión, no los demás.

Si una persona decide libremente lo que quiere hacer, ya sea avanzar o quedarse en el mismo sitio donde se encuentra, nadie tiene que venir a decírselo, salvo que sea el propio interesado el que pida ayuda o consejo.

Tampoco resulta inteligente quedarse como uno es, si hay aspectos personales relacionados con el comportamiento, que se pueden mejorar, pero eso, es una decisión que los seres humanos deben de tomar de forma libre, nunca impuesta.

La mejor opción, es desde luego, convencernos a nosotros mismos, de dar siempre un paso adelante que nos aleje de esa lacra llamada ignorancia, y nos abra de par en par las puertas del conocimiento, paso previo a la sabiduría, que solo la vida y la experiencia de la propia existencia, pueden aportar a la raza humana, para salvarla en especial del temor a lo desconocido ( ya lo dijo el gran Charlie Chaplin, La vida es maravillosa si no se le tiene miedo), y le permita disfrutar más y mejor de su paso por el planeta Tierra, que como ya es conocido por todos, no es demasiado largo como para andar perdiendo el tiempo en tonterías y otros asuntos intrascendentes.

Pero al final, ¡siempre debe de ser uno el que decide, no otros!

 

4-Quisiera ser.

 

Quisiera ser guitarra,

y que las cuerdas hagan sonar mi alma.

Quisiera ser trompeta,

y sacarle un sonido de balada.

Quisiera ser piano,

y tocar con mil teclas de esperanza.

Quisiera ser batería,

y marcar siempre el ritmo de mi vida.

Quisiera ser corneta,

y avisarte, para que siempre sepas de mi llegada.

Quisiera ser violín,

y que el arco, como si fuera tu mano, suavemente me acariciara.

 

5-Artista.

 

Quiero ser artista, pero de la vida.

Me gustaría saber pintar.

Pero prefiero saber vivir.

Me gustaría saber escribir.

Pero prefiero saber pensar.

Me gustaría saber esculpir.

Pero antes, prefiero saber respirar.

Quiero ser artista, pero del aire.

Para saber balancearme en el trapecio de la existencia.

Para nunca ir en contra de lo que siento.

Para hacer siempre lo que pienso.

Para no acariciar a quien no quiero.

Quiero se artista, pero del pensamiento.

Y de la sabiduría.

Y se la sensibilidad.

Y del equilibrio.

Y de la tranquilidad.

Quiero ser artista, y hacerle caso a Don Sigmund

Para conocer como exprimir la fruta de la creatividad.

Para saber evadirme de la realidad.

Para aprender a volar con la imaginación.

Para hacerme invisible a la adversidad.

Quiero ser artista…..

Los artistas se permiten el lujo de vivir de sus fantasías”

(Dr.Freud)

 

Ser y querer ser.
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